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Cuéntame una de vaqueros

Historias, crecí con historias y las creí todas, ya que dentro de mi etapa de ignorancia inocente, todo era posible. Creía que si frotaba la lámpara correcta, saldría un genio que iba a cumplir mis deseos. Creía que Santa Claus leía mis cartas aunque no les hiciera caso, creía que las historias que veía en televisión eran perfectamente reales.

Al crecer, supe que Santa en realidad era mi padre, que ninguna lámpara tendría un genio dentro, que no existía el ratón de los dientes y que todo lo que implicara magia, era falso. Pero, por alguna razón, seguí creyendo que las historias de los comerciales y la televisión; tenían la esencia de historias reales y originales.

Llegué a enamorarme de las marcas gracias a ellas, esos ositos polares buena onda en Navidad me hicieron desear que la Navidad durara todo el año. Coca-Cola se convirtió en mi
lovemark de esa época gracias a su concepto de Navidad, y así iba sintiendo afinidad por las marcas que veían por las personas y no sólo pensaban en vender… eso hasta que elegí la píldora roja para entrar a la matrix de la publicidad. 

Al estar inmerso en este mundo del marketing y dejar la dichosa ignorancia de la ilusión, uno va siendo más crítico con el contenido que consume intencional y accidentalmente, digamos que te das cuenta que todo es parte de un plan.

Ya decía yo que esos patrones de estructura narrativa e historias de triunfo estaban volviéndose muy comunes, repetitivos y predecibles: un comienzo triste con un final feliz, tan común que hasta pareciera que hacen extractos de películas como pasa con este comercial de Metlife y su relativa similitud con la película protagonizada por Will Smith “Persuit of Happiness” mmm… ¡pum!, ¡los atrapé!, todo es parte de una fórmula o, más bien dicho, fórmulas para lograr un buen trama, y no lo digo yo, lo dice Christopher Booker en su libro “Los 7 argumentos básicos”, ¡oh Hollywood!, ¡oh marcas!, cada vez les creo menos.

Aunque, siendo realista y más positivo, siempre preferiré que una marca me enamore y se preocupe por ganar un lugar en mi corazón consumista mediante el uso del storytelling, a que sólo quiera venderme sus productos y servicios sin escrúpulos. Pero por favor reinventémonos un poco, usemos una nueva pluma y ahora cuéntenme una de vaqueros.

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SOBRE EL AUTOR
Josué Martínez

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