Desde que tengo memoria, muchos de mis mejores recuerdos han sido alrededor de una fogata, y estoy seguro que no soy el único.

Estar al aire libre con amigos y con la familia alrededor del fuego tiene un efecto inexplicable en el ser humano que despierta una parte casi instintiva de comunidad y pertenencia. Además, tiene un poder asombroso de ‘acomodar’ las prioridades de la vida, empezando siempre por lo más básico.

En principio, el descubrimiento del fuego marcó el ritmo para la evolución del hombre. Y es que desde hace muchos siglos, incluso desde la prehistoria, las culturas y civilizaciones se nutrieron de historias de sabiduría y conocimientos que compartían alrededor de la lumbre.

En nuestra época, volver a descubrir el poder de cohesión que hay en el fuego es como declarar una nueva etapa en la evolución, que, paradójicamente, nos pide volver a lo básico: regresar a las comunidades que comparten las ideas y el trabajo. Nos pide colaborar para ser más fuertes y prósperos, e invitar al fuego a las generaciones más jóvenes para enseñarles y aprender de ellos.

Hoy, las industrias se están juntando, y la creatividad es un lenguaje común para todas ellas. Hoy, así como antes, empezamos a existir sin etiquetas para conformar algo mayor. Hacemos fuego alrededor de la innovación y las ideas para inspirar culturas que abracen el cambio. Culturas que promuevan la colaboración y que hagan fogatas.

Gracias por estar aquí.